Fecha de presentación: 28/11/2020 Fecha de aceptación: 21/12/2020 Fecha de publicación: 17/02/2021
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Águila Ayala, A. D., Martínez Tuero, Y., & Marcelo García, L. (enero-abril, 2021). Agricultura familiar: un paso necesario hacia el logro de la seguridad alimentaria mundial. Revista Márgenes, 9(1), 91-104. Recuperado de http://revistas.uniss.edu.cu/index.php/margenes/issue/view/1180
TÍTULO: AGRICULTURA FAMILIAR: UN PASO NECESARIO HACIA EL LOGRO DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL
TITLE: FAMILY FARMING: A NECESSARY STEP TOWARDS ACHIEVING GLOBAL FOOD SECURITY
Autores: Dr. C Aurelio Daniel Águila-Ayala1, Dr. C Yariel Martínez-Tuero2, Lic. Liyisandra Marcelo-García3
¹ Licenciado en Educación Primaria. Doctor en Ciencias Pedagógicas. Profesor Titular. Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”, CUM “Simón Bolívar”, Yaguajay, Sancti Spíritus, Cuba. Correo electrónico: dayala@uniss.edu.cu ORCID: http://orcid.org/0000-0002-2893-5081
2 Licenciado en Psicología. Doctor en Ciencias Pedagógicas. Profesor Titular, Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”, Departamento de Ciencias Técnicas, Sancti Spíritus, Cuba. Correo electrónico: yariel@uniss.edu.cu ORCID: http://orcid.org/0000-0001-8547-0340
3 Licenciada en Instructores de Arte. Escuela Primaria "Héroes de Yaguajay", Yaguajay, Sancti Spíritus, Cuba. Correo electrónico: lisymg89@nauta.cu ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6244-158X
RESUMEN
Internacionalmente la agricultura familiar es la forma predominante en la producción de alimentos y constituye hoy una alternativa para garantizar la seguridad alimentaria mediante iniciativas sustentables que logren repeler los desafíos del cambio climático, las consecuencias de las crisis económicas y el intercambio desigual. Esta forma de gestionar la producción de alimentos refleja características propias que la distinguen en los diferentes países en correspondencia con el grado de desarrollo alcanzado, los objetivos a alcanzar y las condiciones propias de los entornos. Precisamente en este sentido se orienta el presente trabajo, el cual a partir de los presupuestos conceptuales que definen la agricultura familiar penetra en el análisis de las características específicas de esta en un grupo de países, por lo que el objetivo que persigue es caracterizar la agricultura familiar desde un enfoque descriptivo valorativo, sobre la base de la diversidad presente, sus dimensiones y el nivel alcanzado en las diferentes regiones. Como resultado se consigue una caracterización de la agricultura familiar en los entornos urbano y rural, un espectro que, aunque reducido, ilustra los matices con que se manifiesta esta actividad productiva en diversas naciones.
Palabras clave: agricultura; alimentos; familiar; producción.
ABSTRACT
Internationally,
family farming is the predominant form of food production and today represents
an alternative to guarantee food security through sustainable initiatives facing
the challenges posed by climate change, the consequences of economic crises and
unequal exchange. This way of managing food production presents its own
peculiarities according to the different countries determined by the degree of
development achieved, the objectives to be attained and the environmental conditions
of. Accordingly, this paper analyzes the specific characteristics of family
farming in a group of countries based on its conceptual basis. Hence, this
research´s objective is to characterize family farming from a descriptive
evaluative approach, based on the underlying diversity, its dimensions and the
level reached in the different regions. As a result, the characteristics of family
farming in urban and rural environments are portrayed with a spectrum that,
although reduced, illustrates the nuances with which this productive activity
manifests itself in various nations.
Keywords: farming; food; family; production.
INTRODUCCIÓN
El escenario en que se desarrolla la producción mundial de alimentos ha venido tornándose cada vez más preocupante en los últimos años, a partir de la creciente insuficiencia alimentaria que aqueja a gran parte del planeta, especialmente a aquellos países vulnerables por su escaso desarrollo económico, que unido a los efectos del cambio climático y las relaciones desiguales que hoy caracterizan el panorama del comercio mundial, están en desventaja para alimentar a sus poblaciones. Como respuesta la mayoría de los gobiernos han emprendido políticas estatales destinadas a amortiguar y revertir esta situación, lo que unido al accionar de muchas organizaciones internacionales le otorgan a este problema una connotación mundial.
Ante este panorama, reducir el hambre y la pobreza extrema, es el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados internacionalmente por los países miembros de las Naciones Unidas con el propósito de mejorar los niveles de vida de millones de personas en todo el planeta. Sin embargo, para los países tercermundistas, o en vías de desarrollo, alcanzar esos niveles de progreso significa, redoblar esfuerzos en el impulso de estrategias y prácticas agroeconómicas más sostenibles y sobre bases orgánicas, que en el plano individual garanticen el acceso a los alimentos, pero sobre todo que para lograrlo combinen exitosamente crecimiento económico y políticas sociales.
En 2014 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la asamblea número 66 para la Alimentación y la Agricultura, declaró el Año Internacional de la Agricultura Familiar con la finalidad de reconocer a esta agricultura, como una vía efectiva para disminuir la hambruna en comunidades rurales y urbanas, incidir en el buen manejo de los recursos naturales y la protección del medio ambiente y además reforzar el criterio de que los productos obtenidos mediante esta práctica son fundamentales para generar una dieta equilibrada en la población. Entre los principales objetivos de esta iniciativa está la de poder establecer futuras políticas agrícolas, ambientales y sociales para posicionar a la agricultura familiar como una fuente laboral y de equidad, válida para generar recursos (Balsa, 2012).
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organization) para América Latina y el Caribe, plantea que la agricultura familiar puede llegar a representar en algunos países de la región, más del 80% de las exportaciones agrícolas, más del 60% del total de la producción alimentaria y sobre el 70% del empleo agrícola. Esta gestión y producción de alimentos con un sentido de autoabastecimiento alimentario, ha sido denominada de diferentes maneras, aun cuando en muchos casos comparten rasgos comunes y en otras se diferencian. Así han recibido diferentes nombres tales como agricultura de traspatio, agricultura sostenible a pequeña escala, agricultura urbana y suburbana (periurbana), agricultura sustentable, agricultura familiar, entre otras.
Precisamente desde la perspectiva de esta diversidad, es que se asume el análisis de la categoría agricultura familiar para lo cual se tomarán como base criterial los argumentos que sustentan la visión de algunos autores desde el prisma de sus principales características y evolución en algunos países, por lo que el objetivo de este trabajo es caracterizar la agricultura familiar desde un enfoque descriptivo valorativo, sobre la base de la diversidad presente, sus dimensiones y el nivel alcanzado en las diferentes regiones.
DESARROLLO
El Banco Mundial (2008, p. 3), en su informe sobre el desarrollo, expresa que “para utilizar la agricultura como base de crecimiento económico en los países principalmente agrícolas, se requiere una revolución de la productividad de los pequeños establecimientos agrícolas” dando a conocer un nuevo paradigma donde enfoca la importancia que posee la agricultura a pequeña escala, denominada agricultura familiar. Aparece de esta manera un nuevo concepto, en cuya definición se manifiesta que: “Agricultura familiar es una forma de organizar la agricultura, ganadería, silvicultura, pesca, acuicultura y pastoreo; gestionada y dirigida por una familia y sobre todo que depende preponderantemente del trabajo familiar (de mujeres como hombres)” (FAO, 2014, p. 9).
Así, entre sus rasgos fundamentales está que la agricultura familiar es una práctica de carácter agrícola que se caracteriza porque la mano de obra se compone de familias que buscan su propio auto-abastecimiento. Esta labor es muy común en poblaciones rurales aisladas del mundo urbano, que requieren satisfacer sus necesidades alimentarias cada día o generar ingresos a través de la producción de alimentos que suelen ser orgánicos y libres de agentes químicos.
De acuerdo a Balsa (2012):
La familia conforma un equipo de trabajo; en éstas unidades no se explota trabajo asalariado, y presentan una racionalidad particular propia de la conjunción de la integración entre unidad productiva y domestica el papel que juega en la dinámica productiva familiar la conservación del patrimonio familiar, y la existencia de un proyecto de vida vinculado a la actividad agropecuaria y con un cierto modo de vida rural deseable (p.21).
Tanto en los países desarrollados como en vías de desarrollo, los agricultores familiares son los principales productores de alimentos y los administradores principales de la seguridad alimentaria. Datos recientes obtenidos por el Programa Mundial para la Alimentación afirman que en la actualidad existen más de 500 millones de agricultores familiares, representado en un 98% de todas las explotaciones agrícolas y son responsables de al menos el 56% de la producción agrícola, en el caso de América Latina y el Caribe suministran entre el 27 y 67% del consumo local (Graziano da Silva, 2014).
Si bien en los primeros intentos de conceptualizar la agricultura familiar, esta se restringía únicamente al área rural y suburbana, dicho concepto tiene en la actualidad otra interpretación, pues la agricultura familiar se ha extendido a los predios urbanos, obligando su definición a una reconceptualización. Es por ello que, a partir del año 2000, la agricultura ha sido considerada en los proyectos urbanos como una respuesta a las crecientes demandas de los ciudadanos para contar con productos frescos y de calidad, además de establecer otras relaciones, sea en términos lúdicos, paisajísticos, de salud y bienestar, o bien para el desarrollo de actividades pedagógicas como las granjas escolares educativas (Faliès & Mesclier, 2015, p. 6).
En este aspecto la agricultura familiar adquiere matices que también la diferencian de su expresión en el medio rural, pues la micro localización de los entes productivos dentro de la propia ciudad, constituye una ventaja para los consumidores, quienes están alejados de los grandes centros productivos extensivos. Los circuitos de proximidad que se establecen constituyen alternativas a los procesos de comercio formal y monopólico mediante expresiones de oferta y consumo solidario (Méndez del Valle, 2018).
En los países desarrollados se aprecia una tendencia al desarrollo cada vez más de este tipo de agricultura. Desde el año 2010, se han consolidado experiencias de productores periurbanos en Madrid, (Sanz, Lagoma & Lozenko, 2018). En el mismo entorno madrileño, en el barrio de Vallecas, Michelini & Abad (2018) analizan, desde el enfoque de la proximidad, las características de los grupos de consumo agroecológico en el contexto de las movilizaciones ciudadanas, como propuestas de estrategias de resiliencia y desarrollo urbano. Advierten que la incorporación de la cuestión alimentaria a las estrategias de resiliencia urbana requiere la promoción de verdaderos sistemas alimentarios locales a fin de escalar tales iniciativas. La mayoría de los huertos son para el ocio, familiares o sociales. Ahí interviene la población desempleada, jubilada o en riesgo de exclusión. En Madrid y Barcelona se encuentra el 83% de los huertos, aunque también hay un número considerable en Valencia y Sevilla (Ecologistas en acción, 2017).
Por otra parte, en Portugal según (Fox-Kämper, 2015), destaca el caso del Valle de Chelas en Lisboa, donde el plan maestro de desarrollo urbano de la ciudad estableció áreas o espacios para la creación de parques verdes con la intención de reordenar la propiedad y los usos de terrenos con ocupación ilegal. También como parte de la estrategia trazada, la municipalidad de Lisboa ha impulsado desde 2010 el establecimiento de corredores verdes y ecológicos en los que ha integrado espacios inutilizados para la creación de jardines comunitarios (Cabral & Weiland, 2016).
Debe ser resaltada la tendencia que se observa en Alemania donde sus principales ciudades han emprendido programas para el desarrollo de la agricultura familiar en los entornos urbanos y periurbanos. Fráncfort y su espacio metropolitano, centro industrial y financiero en Europa, han experimentado desde 2007 una rápida expansión de los huertos urbanos, lo que les valió recibir en 2014, junto a Copenhague, la distinción de Ciudad Verde Europea (Barba, 2018).
No obstante, este fenómeno no tiene el mismo reflejo en todos los países, pues está condicionado por las características propias de los escenarios, el desarrollo económico, social y la cultura, como el caso específico de América Latina y el Caribe, donde sus expresiones tienen finalidades distintas. En las diferentes naciones han proliferado las prácticas agrícolas urbanas mediante experiencias de corto alcance que tienen un ámbito de actuación, principalmente en ferias locales y mercados ecológicos u orgánicos, así como en la venta directa en las parcelas o el surtido de cestas a domicilio (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2014).
Muchos países han comprendido las ventajas que presupone establecer políticas de facilitación al desarrollo de la agricultura familiar, ya que no sólo significa apostar a la seguridad alimentaria, sino que garantiza también paliativos de solución a numerosos problemas sociales y económicos, no resueltos en el plano de las estrategias de desarrollo nacional. A partir de este principio, en muchas naciones de la región latinoamericana se han trazado estrategias integrales que encuentran espacio en las políticas públicas para el desarrollo económico y social. En el caso específico de Colombia, la finalidad es contribuir a mejorar la seguridad alimentaria, la generación de ingresos, la nutrición y la salud de la población más pobre y vulnerable de las ciudades colombianas (jefas de hogar, desplazados de guerra, desempleados, jóvenes, adultos mayores y grupos de productores urbanos y periurbanos (Encolombia, 2017).
Sin embargo, en el referido país no puede hablarse de que los emprendimientos realizados en este sentido se extienden a todo el territorio nacional, ya que según Rodríguez (2018) aunque no destacan programas generales que abarcan simultáneamente el territorio nacional, en 2007 se inició el programa denominado Ecohuertas Urbanas, apoyado por la Secretaría del Medio Ambiente del municipio de Medellín, en el que se produjeron plantas aromáticas, arvenses, condimentarias, medicinales, frutales y hortalizas. No obstante, con el interés de abarcar programas más extensos a partir de 2015, se trabaja desde la FAO la conformación del Programa Alimentario Ciudad-Región, de corte periurbano, en ámbitos de Medellín, Cali y Bogotá.
El censo agropecuario de 1996 constituye la mejor fuente para comprender la relevancia de la agricultura familiar en Brasil, así como las variables que la caracterizan. Este establece la distinción por superficie de unidad productiva, por trabajo familiar y por trabajo no familiar incorporado, la inversión en tierra, instalaciones, cultivos, mecanización e incorpora el gasto e ingreso por unidad productiva (Censo Agropecuario, 1996).
El análisis del Censo Agrícola de Brasil 1995-1996 permite reelaborar los datos censales y exponer la siguiente hipótesis: de los 4.8 millones de productores considerados genéricamente por el censo como unidad familiar, sólo 1.7 millones de productores - de los que trabajan 54.4 millones de ha (16.3% de la superficie agropecuaria)- tienen una lógica productiva y desarrollan las estrategias propias de una agricultura familiar viable. (Censo Agropecuario, 1996).
Brasil, con grandes extensiones de tierras cultivables no ha alcanzado niveles importantes en el desarrollo de la agricultura familiar. No debe pasarse por alto el elevado porcentaje de familias, que en las zonas rurales integran el “Movimiento Sin Tierra” como reflejo del grave problema agrario de este país con respecto a la tenencia de tierra, lo cual reclama reformas más integrales. Si bien se realizaron importantes esfuerzos para otorgarle carácter estratégico, la agricultura urbana y periurbana en Brasil no ha sido positivamente apoyada por políticas públicas establecidas por los gobiernos federales, estatales y municipales, en gran medida por la prevalencia del modelo de agricultura convencional en grandes superficies para el cultivo de productos para la exportación (Hespanhol & De Medeiros, 2017).
Como el medio rural constituye el escenario natural para la agricultura familiar y donde los conocimientos básicos se transmiten de una generación a otra en las propias familias, en el medio urbano no ocurre de esta manera y a la vez se hace necesario la capacitación de los actores. En el caso de Ecuador se han dado pasos en esta dirección con miras a los emprendimientos en la agricultura familiar. Desde 2016, CONQUITO, la agencia de promoción económica de la capital ecuatoriana, ofrecía a la población urbana, cursos de agricultura orgánica de hortalizas y talleres de crianza de cuyes y aves, así como del procesamiento de alimentos (Rodríguez, 2018).
En Cuenca, otra importante ciudad ecuatoriana, se estableció desde 1998 el Programa de Agricultura Urbana, fundamentado en un diagnóstico participativo en el que intervinieron direcciones municipales, organizaciones no gubernamentales(ONG) y la Universidad de Cuenca. Este programa, formaba parte de un amplio plan que pretendía motivar y capacitar a las familias (sobre todo, a las de mayor pobreza) para fomentar la instauración de huertos urbanos, como una forma de disminuir los problemas de alimentación y rescatar tradiciones (Cruz, 2016).
De acuerdo con Méndez del Valle (2018) en la periferia de la Ciudad de México, fundamentalmente en el sur y sureste, se ubican las principales zonas agrícolas de la metrópoli, de gran importancia en el abasto alimentario de los mercados urbanos. Se mantienen formas tradicionales de producción, consumo e intercambio (chinampería) que son alternas a las formas dominantes, al tiempo que fortalecen redes de colaboración de diversa magnitud como es el caso de Xochimilco que es un ejemplo icónico de la producción agrícola vinculada a las funciones de la metrópoli; es un espacio tradicional ubicado en el sureste de la capital donde se producen hortalizas, flores y plantas que aportan importantes volúmenes de producción a los grandes centros de acopio (centrales de abasto) de la metrópoli nacional (Ávila, 2018).
En otros estados y ciudades mexicanas también se aprecia una tendencia creciente en la constitución de espacios proveedores de los mercados, principalmente en la periferia de las ciudades como en (al sureste de la capital mexicana) se ha conformado un importante espacio de producción urbana y periurbana para el abasto de los mercados orgánicos, basado en la proximidad geográfica y las cadenas cortas (Ajuria, 2017).
En Bolivia, especialmente en La Paz, para Impulsar la Agricultura Familiar (rural, urbana y periurbana) se desarrollan acciones con un carácter más integral, materializadas en que al mismo tiempo se coordinan las tareas de las organizaciones de productores ecológicos con organizaciones económicas campesinas de productores rurales y urbanos que promocionan la alimentación sana, ofreciendo alimentos frescos y transformados, sin insumos agropecuarios sintéticos (plaguicidas, fertilizantes, abonos, semillas transgénicas), ni aditivos artificiales (conservantes, colorantes, edulcorantes, estabilizantes y similares). Como colectivo actuante en las relaciones urbano-rurales, se ofrecen servicios pedagógicos y de capacitación mediante talleres de agricultura urbana y promoción de alimentos; participa en ferias comerciales, ofrece servicios de alimentación y promueve el agroturismo (Fernández, 2017).
En Cuba la agricultura familiar es una de las opciones dentro del amplio espectro de desarrollo, con ella se articulan varios factores que le dan vida a la comunidad y que en la Isla encuentran su equivalencia en el Movimiento de Agricultura Urbana y Suburbana, un programa que, como parte de las políticas públicas para este sector ejecuta el Ministerio de la Agricultura donde los pequeños productores, los circuitos de producción y consumo a nivel local, así como la recuperación de cultivos tradicionales desempeñan un papel importante en la seguridad alimentaria.
En el contexto cubano, la agricultura familiar es vista en sus modalidades de patios, parcelas y fincas suburbanas, mediante la implementación por el Ministerio de Agricultura, como “agricultura urbana y suburbana”. El enfoque familiar se incorporó a partir del año 2014, en respuesta a la ya referida declaratoria dada por la FAO.
El Programa Nacional de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar se ha consolidado como un movimiento productivo extensionista dedicado a impulsar la producción de alimentos en el país y constituye uno de los siete programas integrales del Ministerio de la Agricultura. Este sistema abarca 29 ramas productivas y de apoyo, que se hacen imprescindibles para otorgarle el carácter integral y obtener la mayor producción posible en cada parcela. El intercalado y la combinación de distintas producciones en una misma área permiten utilizar los beneficios de unos con respecto a otros, una característica de este tipo de agricultura.
Como parte del programa, existen diez subprogramas dedicados a los cultivos, están el de hortalizas y condimentos frescos, frutales, plantas medicinales, plátanos y granos; seis están destinados a la crianza animal (aves, cunicultura, ovino, caprino, porcino y ganado mayor) y 13 subprogramas apoyan a las demás actividades, entre ellos el de semillas, suelos y abonos orgánicos, agroecológicos de plagas, uso y utilización del agua, capacitación, comercialización y pequeña agroindustria.
Dicho programa concibe el patio como el pequeño espacio que existe en la vivienda, que puede ir desde 40 a 100 metros cuadrados; mientras que una parcela se considera aquella pequeña área, que su espacio asciende de 0.5 hectáreas(ha) en adelante. Tanto patios como parcelas constituyen el escenario productivo más amplio de la agricultura urbana y suburbana; sin embargo no se maneja un concepto claro para la diferenciación de una agricultura propiamente gestionada por la familia, adjudicando el mismo concepto de “agricultura urbana” para el resto de experiencias; por lo que en situaciones, familias que, teniendo prácticas de agricultura familiar, desconozcan del concepto y por supuesto, ocasiona que muchas de ellas se encuentren desmotivadas por no adjudicarles el valor que dichas familias poseen para el desarrollo de la localidad y la seguridad alimentaria (Otero, 2017)
Para este propósito se creó un departamento específico de Agricultura Urbana en el Ministerio de Agricultura, para asesorar y otorgar asistencia técnica a los productores urbanos. La actividad es actualmente una de las más importantes en la agricultura cubana, que satisface las necesidades alimentarias de la población y fortalece el carácter sustentable de sus ciudades (Sitio Nacional de Agricultura Urbana & Suburbana en Cuba, 2013).
Las políticas implementadas a nivel nacional han tomado en cuenta varios elementos imprescindibles, que gravitan sobre el éxito que puede tener o no cada estrategia relacionada con el desarrollo de este modelo de agricultura. Es así como además del importante papel socioeconómico, ambiental y cultural se han evaluado en cada territorio las condiciones agroecológicas y las características territoriales, el entorno normativo, el acceso a los mercados, a la tierra, a los recursos naturales, a la tecnología y a los servicios de extensión y financiación; amén de las condiciones demográficas, económicas y socioculturales de cada región.
CONCLUSIONES
El análisis del término agricultura familiar permitió acceder a la base conceptual donde se evidencia variedad en los enfoques que condicionan su definición, aunque se aprecia coincidencia en la determinación de los rasgos esenciales, independientemente de las dimensiones que se hayan tenido en cuenta.
Los aspectos teóricos abordados demuestran la necesidad de avanzar hacia una visión integral del proceso de gestión de la agricultura familiar con un enfoque estratégico, a la vez que permiten comprender cómo a pesar de que esta actividad está condicionada a las características específicas de cada país, reclaman de enfoques más integrales y de políticas públicas afines teniendo en cuenta las potencialidades de las prácticas de agricultura familiar y su impacto en cada uno de los componentes de la seguridad alimentaria.
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