Recibido:
21/11/2021 Aceptado: 30/7/2022 Publicado:
23/11/2022
ENSAYO
Lectura crítica y aprendizaje significativo en la educación
universitaria
Critical reading and significant learning in the university education
Jesús Alfredo Morales Carrero
E-mail: lectoescrituraula@gmail.com
Universidad de Los Andes,
Venezuela. ______________________________________________________________
¿Cómo citar este artículo?
(APA, Séptima edición)
Morales Carrero, J.A. (2022). Lectura crítica y
aprendizaje significativo en la educación universitaria. Pedagogía y Sociedad, 25 (65), 19-43. http://revistas.uniss.edu.cu/index.php/pedagogia-y-sociedad/article/view/1573
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RESUMEN
La formación de ciudadanos críticos se ha
posicionado en la actualidad como una competencia de la universidad; ello se debe
a que este escenario representa el lugar, por antonomasia, en el que se
promueve el libre pensamiento y el uso de la criticidad como habilidades
intelectuales necesarias para enfrentar las manipulaciones, objetar
posicionamientos y luchar contra las imposiciones ideológicas. El presente
ensayo es una revisión de la importancia del ejercicio de la lectura crítica
dentro de la universidad, que puede permitir la interpretación y recreación de
los textos para producir nuevos conocimientos y desarrollar una competencia
lectora que implique no solo la apropiación de la lectura literal e inferencial,
sino que los universitarios puedan fortalecer la competencia crítica y el
aprendizaje significativo. Se concluye que los beneficios de la lectura, así
como el pensamiento crítico son indispensables en la educación superior para el
desarrollo profesional de los alumnos en la era del conocimiento; en
consecuencia, la lectura y el pensamiento crítico son habilidades necesarias
para enfrentar los desafíos que los estudiantes tendrán en un mundo
globalizado.
Palabras
clave: aprendizaje significativo; conocimiento; educación universitaria;
formación crítica; lectura crítica
ABSTRACT
The training of
critical citizens has now positioned itself as a competence of university. This
has been due fundamentally to the fact that this scenario represents the place
par excellence in which free thought and the use of criticality are promoted as
necessary intellectual abilities to face manipulations, objecting positions and
fighting against ideological impositions. To consider with this essay, a
review on the importance of developing critical reading skills in the
college so that the students can interpret texts, recreate them, and develop
the reading competence that will allow them to not only comprehend and infer
the meanings from the contexts but also exhibit an inquisitive, critical
attitude and significant learning. It is concluded that academic benefits of
reading, as well as critical thinking are crucial in higher education,
especially for the optimal professional development of students in the
knowledge era; thus reading and critical thinking are necessary skills to face the
challenges students will have in a globalized world.
Keywords: critical reading; significant learning; university education; critical
formation; knowledge
Introducción
En tiempos de complejidad, aprender y
apropiarse del conocimiento constituyen procesos a los que todos los niveles
educativos les han dedicado gran parte de sus esfuerzos en la actualidad. Esto,
en parte se ha debido a la necesidad de acercar al sujeto que se forma en la
universidad, a la búsqueda de explicaciones, interpretaciones, construcciones
teóricas y representaciones conceptuales propias, a partir de las cuales
resignificar el mundo en el que vive, sus experiencias y los problemas que
socialmente emergen como resultado de los recurrentes cambios. En este sentido,
comprender constituye, además, de una habilidad mental, una sensibilidad de la
que depende la deducción de ideas diversas, la detección de inconsistencias y,
en ocasiones planteamientos falaces que intentan erigirse ciertas e infalibles;
en otras palabras leer es interactuar de modo flexible con la información y el
conocimiento, es decir, asumir con sentido crítico y con la disposición
reflexiva para no caer en “encerrar a lo real en un sistema de ideas coherentes,
pero parcial y unilateral, que pudiera dar lugar al reduccionismo teórico” (Zemelman,
2005, p.34).
Frente a este escenario caracterizado por
la persistente imposición de unos planteamientos teóricos por otros, a los que
sus defensores les adjudican formulas ciertas en infalibles de comprender el
mundo, la formación crítica emerge como una alternativa para reflexionar,
establecer relaciones explicativas y definir los vínculos existentes entre los
problemas planetarios, entre las posturas de las comunidades científicas y las
aproximaciones teóricas que exigen ser integradas para construir posiciones
realmente pertinentes.
Por tal motivo, leer en la universidad se
asume entonces, como un proceso académico que busca interacciones profundas,
rigurosas y reflexivas con el conocimiento científico, pero también, la
comprensión de las razones que justifican sus posiciones, los argumentos que lo
sustentan y deducción de relaciones entre posturas disciplinares históricamente
divorciadas, antagónicas o insuficientes para dar cuenta de lo que sucede en el
mundo. La lectura en modo crítico, se entiende como la disposición académica,
que guía al lector en el proceso de someter a revisión rigurosa no solo lo
planteamientos de otros, sino los propios, con el propósito de si existen
sesgos e inconsistencias que merecen ser corregidas para evitar posiciones
falaces que conduzcan a formulaciones teóricas tendenciosas y carentes de
reconocimiento para las comunidades científicas.
En atención a
lo expuesto, con el presente ensayo se propone una revisión sobre la
importancia del ejercicio de la lectura crítica dentro de la universidad, como
práctica que favorezca la interpretación, la resignificación y la formulación
de ideas novedosas, la producción nuevos conocimientos y, desarrollar una
competencia lectora que implique no solo la apropiación de la lectura literal e
inferencial sino que los universitarios puedan fortalecer la competencia
crítica; este cúmulo de planteamientos sobre la lectura, la dejan ver como una
alternativa efectiva para sortear la saturación ideológica, la manipulación que
permea los textos y el carácter complejo que se genera a partir de la abundante
información que circula en el contexto universitario, condiciones que instan a
la educación universitaria a fomentar la práctica sistemática de la lectura
crítica.
Desarrollo
Lectura crítica y aprendizaje
La lectura crítica y el aprendizaje
constituyen procesos estrechamente relacionados, que persiguen entras cosas, la
búsqueda de significado, el sentido de lo que sucede en la realidad y lo que se
propone teóricamente sobre esta. Leer es preguntarse sobre la veracidad de la
información, es desafiar lo que afirman los autores, es deducir las
presunciones ideológicas y los propios sesgos que las posturas científicas no
han logrado aclarar; es construir buenas interrogantes que puestas en diálogo
con los textos deriven en aprendizajes significativos que permiten resolver
situaciones de la vida cotidiana y atender problemas de los que se ocupa la
ciencia.
Leer en palabras de Lerner (1995) no es
más que “adentrarse en otros mundos posibles. Es
indagar en la realidad para comprenderla mejor, es distanciarse del texto y
asumir una postura crítica frente a lo que se dice y lo que se quiere decir”
(p.1). Esta aseveración permite esgrimir que, leer es proceso de exploración
frente al complejo mundo del conocimiento científico; es un proceder académico
que procura aclarar lo complejo, volver objetable las afirmaciones y romper con
las visiones monádicas que intenta explicar el mundo.
Se trata de establecer un diálogo profundo
con las generalizaciones, con el trasfondo de los planteamientos y las
afirmaciones subyacentes que una vez validadas le aportan credibilidad a una
posición científica determinada.
De este modo, la lectura como proceso
social consiste en disponer el pensamiento disciplinadamente para apropiarse
del conocimiento, para encontrar buenas ideas y deducir lo no dicho por los
autores. Leer en la universidad es inspirar el diálogo entre la forma particular
como el lector ver el mundo y los modos como otros lo aprecian; es abrir la
mente para explorar nuevas apreciaciones teóricas desde una actitud crítica y
no ingenua, capaz de suponer y elaborar afirmaciones fundamentadas en datos
informativos rigurosamente pensados.
En este sentido, leer en contexto
universitario constituye un reto del que depende el ingreso al mundo letrado, a
la conexión con la comprensión de cómo funciona la realidad y a las prácticas
que se manejan desde las comunidades científicas para buscar la verdad. Para la
teoría crítica de la educación, leer es un proceso liberador que procura
trascender del discurso cerrado, que la mayoría de las veces presume explicar
todo, justificando desde una posición canónica la no existencia de otras
miradas igualmente válidas y potencialmente reconocidas (Carr,
1999; González, 2021; Morales, 2020a; Moreno, 2019; Torres, 2017).
Por su parte, la pedagogía de la
liberación reitera que la lectura crítica representa un proceso intelectual que
favorece la identificación de elementos ideológicos, de sugerencias e ironías,
a partir de las cuales, las comunidades discursivas intentan justificar y
argumentar la credibilidad del conocimiento que producen. Frente a este cúmulo
de elementos que subyacen y a las exigencias que permean la lectura de los
textos académicos, el estudiante universitario debe constituirse en un agente
activo, capaz de evitar la imposición de supuestos teóricos encargados de
limitar su pensamiento y que históricamente han imposibilitado la exploración
de nuevos horizontes, para trascender a la incursión en novedosas maneras de
comprender el saber.
Este modo de dialogar con la información
refiere también, al desarrollo de la racionalidad comunicativa que propone la
búsqueda de razones y el entendimiento del saber mediante el manejo de
consensos entre el texto y el lector; estos consensos reseñan la disposición de
competencias críticas que posibilitan problematizar, deducir argumentos,
interactuar con las ideas y elaborar conclusiones (Acuña y López, 2017; Daros, 2009; Freire, 2004;
Morales, 2018; Pinchao, 2020). En tal sentido, la
lectura crítica se concibe como un diálogo profundo entre los argumentos
previos del lector y los expuestos en los textos, operaciones estas de las
cuales depende que se rectifiquen las formas de pensar el conocimiento y, como
resultado, la generación de nuevas formulaciones soportadas en la reflexión, el
razonamiento y el contraste de posiciones.
Lo dicho refiere a la lectura como un
proceso cognitivo y social que procura la interacción crítica y racional con el
saber, es un esfuerzo intelectual por dilucidar las intenciones y propósitos de
los autores, de los supuestos ideológicos a los que obedecen sus posiciones;
pero además, establecer relaciones entre posturas a partir de las cuales
deducir la armonía y consistencia lógica de las ideas.
Santelices (2017) reitera que el
aprendizaje en la universidad requiere de operaciones mentales específicas,
mediante las cuales el lector adopte una actitud crítica que le posibilite para
“descubrir problemas, contradicciones, limitaciones y
argumentos que apoyen o refuten determinadas ideas o planteamientos y decidir racionalmente
qué hacer o creer” (p.1). En este sentido, la lectura crítica se encuentra
asociada a la curiosidad intelectual, en la disposición de trascender, de
cuestionar, formular juicios y construir ideas susceptibles de ser
corroboradas.
De acuerdo con Reale (2016) la lectura
crítica además de constituir un desafío para el estudiante universitario,
también plantea exigencias específicas de las que “dependen el aprendizaje de
la disciplina que ha escogido; entre ellas se mencionan: familiarizarse con los
nuevos contenidos, conceptos y modos de razonamiento, pero sobre todo,
habituarse a abordar con profundidad” (p.7). Además de lo propuesto, leer en la
universidad consiste en transformar el conocimiento y ser capaz de elaborar
nuevas interpretaciones y análisis críticos, como operaciones mentales de las
que depende el desarrollo del pensamiento y de competencias críticas para
abordar significativamente el conocimiento disciplinar.
Este pensamiento acucioso, reflexivo y
objetivo, refiere a un modo particular de operar el pensamiento crítico (Freire,
2002b; González y Conde, 2022; Morales,
2017), al cual se le adjudican habilidades cognitivas como: deducir lo oculto
en las afirmaciones, descubrir lo no dicho y dilucidar los discursos
predominantes, así como las contradicciones, que al ser detectadas favorecen la
ruptura con imposiciones históricas que legitimadas por la ciencia, han
motivado el mantenimiento a lo largo del tiempo de explicaciones exclusivas,
tendenciosas y únicas.
En atención a lo propuesto, aprender en la
universidad consiste en apropiarse de las competencias críticas que le permitan
al estudiante resolver problemas con racionalidad, con argumentos sólidos y con
puntos de vista construidos de manera autónoma, es decir, con la actitud
crítica para asumir con convicción y sentido crítico la credibilidad el
conocimiento. Estas actividades mentales, para la lectura crítica implican
someter a juicio objetivo (Castillo y Pérez, 2017; Freire, 2002a; López, 2012),
evaluar con rigurosidad y deducir posturas encubiertas a partir de las cuales
posibilitar la formulación de conclusiones coherentes. Esta apertura del lector
indica que, su proceder cognitivo busca resignificar ideas y conceptos como un
modo de operar en la construcción de nuevo conocimiento y en la elaboración de
aportaciones significativas para el progreso de la ciencia (Brito, 2020; Morales,
2019; Moreno, 2019; Torres, 2017; Zemelman, 2005).
A partir de
estas afirmaciones, es posible deducir que la lectura crítica se comprende como
un proceso que motiva la búsqueda de nuevas visiones sobre conocimiento,
trascender los cánones establecidos y propiciar la apertura de la mente,
operaciones de singular relevancia por involucrar la participación del
pensamiento como condición fundamental de la que depende el desarrollo de la
conciencia reflexiva que le permita al lector superar las afirmaciones
determinantes que históricamente han imposibilitado la construcción crítica de
conocimiento. Al respecto, la teoría crítica ha propuesto que, el estudiante
del nivel universitario para dar cuenta de su aprendizaje significativo,
requiere disponer de habilidades cognitivas como: la explicación, la
interpretación, el problematizar, razonar y deducir los propósitos de las
tramas argumentativas utilizadas por autores para convencer a su audiencia; así
como contar con información básica que le aporte los elementos necesarios para
comprender su verdadero sentido.
Por su
parte Ausubel, Novak y Hanesian (2018) refiriéndose
al aprendizaje significativo plantean que es un modo de acercarse al
conocimiento, mediante el establecimiento de relaciones entre la información
nueva (material) y las ideas que se encuentran en su estructura cognitiva,
operación que por sus implicaciones favorece la producción de planteamientos
significativos. Desde la perspectiva sociocultural, este aprendizaje es
considerado indispensable para ingresar a los sistemas teóricos de las
disciplinas, que exige la interacción profunda con los textos potencialmente
significativos (Carlino, 2005; Morales, 2018; Pinto,
2021) capaces de motivar la activación de habilidades cognitivas relacionadas
con la adquisición de posturas científicas pertinentes, la reformulación de los
esquemas mentales y la resignificación del mundo (Zemelman, 2005; Morales, 2021a;
Zárate, 2019).
En tal
sentido, la lectura crítica como mediadora del
aprendizaje significativo, le permite al lector universitario, disponer de sus
conocimientos previos para establecer relaciones lógicas, inferir propósitos e
intencionalidades, elaborar generalizaciones y determinar las asociaciones que
contribuyan con la deducción del verdadero sentido que subyace en la
información con la que se dialoga. Interpretando a Novak y Gowin (2018) este
aprendizaje significativo no solo se evidencia en la construcción de ideas
innovadoras, sino en la capacidad para generar entramados teóricos que
sustentados en conceptos y proposiciones, diversifiquen las alternativas como
se puede interpretar la realidad.
Esta
posición es igualmente compartida por Morales (2018), al plantear que la lectura crítica
en sentido operativo propicia que el sujeto en su interacción con el saber,
deduzca enfoques, suposiciones y propósitos subyacentes en función de los cuales
elaborar autónomamente interpretaciones que den cuenta de su potencial
cognitivo.
Este modo
de leer plantea para el que se forma en educación superior, un compromiso
intelectual mediado por el pensamiento crítico como proceso vinculado con el
aprendizaje significativo, que invita al lector a operar activamente sobre la
información, identificando elementos fundamentales potencien la comprensión
crítica, entre los cuales se precisan: deducción de propósitos, capacidad para
cuestionar, uso de conocimientos previos y datos válidos para sustentar su
postura, manejar conceptos y definiciones, así como inferir y derivar
implicaciones que le aporten rigurosidad a los puntos de vida sobre los temas
de su disciplina.
Por tal motivo, dilucidar la importancia
de la lectura como proceso al servicio del aprendizaje (Morales, 2020a), parte
de comprender que, las habilidades implicadas en esta, sugieren que el lector
logre desvelar los elementos ocultos en los discursos y las distorsiones
comunicativas.
Estas razones indican, que la formación en
la universidad se encuentra asociada a la lectura crítica, como el proceso
intelectual que persigue la búsqueda de ideas útiles y la identificación de
aquellas cuestionables, ante las cuales operar e interactuar cuidadosa, identificando
los propósitos, la consistencia de sus premisas y la constitución de los
razonamientos, como elementos necesarios para dilucidar significados
pertinentes y novedosos. La lectura crítica debe ser vista entonces, como un
modo particular de apropiarse del conocimiento, consistente en enfocar la mente
hacia la deducción de posiciones y propósitos que por su contenido gocen de
credibilidad; pero también, debe valorarse como un proceso que le permite al
lector ingresar y participar de tramas teóricas complejas que le otorguen
significado a los hechos sociales, a las experiencias de vida y las
interacciones con la realidad.
Se asume entonces, que la lectura crítica
es una forma de corregir equivocaciones, realizar ajustes e inferir errores en
los contenidos, así como definir certezas parciales y supuestos que por su
carácter hegemónico han propiciado formas equivocadas de ver el saber; ante
este panorama, acercarse al conocimiento científico exige la participación del
pensamiento crítico como el medio para reconstruir y reformular ideas, de
integrar diversas miradas teóricas y lograr comprender los complejos discursos
científicos.
Leer en la universidad se relaciona con la
promoción de competencias y habilidades del pensamiento superior, de las que
depende la integración de información fragmentada y la resolución de problemas
complejos de manera estratégica, es decir, procedimientos reflexivos y
analíticos apropiados para el aprendizaje de contenidos de su propia
disciplina.
Igualmente, Reale (2016) coincide en
afirmar que la lectura crítica como práctica académica supone que el estudiante
sea capaz de “analizar e interpretar críticamente la información; componer
textos a partir de la síntesis de materiales de origen diverso; producir
información nueva; distinguir, sostener o refutar diferentes puntos de vista
sobre un tema e investigar en distintos tipos de fuentes” (p.8). Este proceder
indica que, desde el punto de vista cognitivo, la lectura involucra operaciones
mentales importantes, que le ayudan al lector en el proceso de identificar
aportes valiosos y significativos, pero, además, analizar los problemas y el
saber desde diversas miradas.
De este modo, la lectura crítica se erige
como una alternativa científica que persigue la atribución de significado a los
hechos y datos informativos; se entienden como actividad mental que posibilita
comprender las complejas relaciones que se dan entre un hecho y el contexto en
que este emerge, lo que en sentido amplio no es más que, la deducción de nexos
entre componentes y variables con el propósito de construir referentes y
sistemas de teóricos que una apropiados le permiten al lector posicionarse
académicamente en la disciplina en la que incursiona.
Para la perspectiva sociocultural de la
lectura, este modo de operar con el conocimiento favorece que el sujeto precise
conceptos, valide mediante el uso de criterios los contenidos y elabore
opiniones propias en las que integre ideas producto de la verificación profunda
e interpretaciones rigurosas que coadyuven a engrosar el saber científico. A
estos planteamientos los postulados del aprendizaje reflexivo han denominado
como actividades mentales, de las que depende la capacidad para sugerir
explicaciones sobre los hechos y problemas de la ciencia, los cuales demandan
afirmaciones creíbles, válidas y verdaderas.
Involucrar
al estudiante en la práctica de estas operaciones, exige interacciones con el
conocimiento cuya mediación se dé a través de la alfabetización académica, como
el proceso social, cultural e intelectual que demanda la apropiación de las
convenciones inherentes a los modos de leer y producir conocimiento en el
escenario universitario (Braslavsky, 2003; Cundes,
Rojas y Cárdenas, 2017). Este planteamiento propone, que el lector sea capaz de
abstraer información, resolver situaciones complejas mediante el procesamiento
de información proveniente de diversas fuentes, cuyas implicaciones dan lugar a
la comprensión crítica del mundo.
Por su parte Marín (2006) se refiere a la
alfabetización supone la capacidad para interpretar textos científicos, para lo
cual es fundamental “la adquisición de conocimientos letrados acerca de los
discursos que comunican saberes, así como desplegar estrategias cognitivas que
faciliten el ingreso a la información que circula en las disciplinas” (p.2). De
este proceder activo propio del lector universitario, se espera el desarrollo
de competencias reflexivas y analíticas para resignificar ideas y reformular la
información que le aportan los textos, hasta lograr aplicarla en otras
situaciones de aprendizaje, así como en el abordaje de problemas cotidianos,
como propósitos igualmente compartidos por la lectura crítica.
Ibáñez y
González (2017) proponen que la alfabetización académica debe orientar sus
pretensiones hacia la consolidación de competencias y a la adquisición de las
prácticas comunicativas que rigen la disciplina a la que el lector ha decidido
afiliarse, y que “definen las formas de pensar y comunicar en el ámbito
universitario” (p.12). Al respecto Carlino (2013)
ofrece una caracterización que permite precisar aspectos específicos como: el
aprendizaje de contenidos disciplinares, la transformación, reformulación y
reconstrucción de ideas en función de las cuales apropiarse de su verdadero
significado, valiéndose de la mediación del pensamiento crítico para ingresar a
los entramados teórico-conceptuales que produce su comunidad científica.
En otras palabras, el lector universitario
debe ser capaz de revisar críticamente el conocimiento acumulado, del cual
tomar referentes para comprender los cambios y giros epistemológicos que ha
dado la ciencia y, en los que posiblemente se pueden identificar elementos
teóricos que aproximen a la interpretación de fenómenos que, no deben
restringirse a ser analizados exclusivamente desde enfoques históricos, sino
desde una mirada capaz de integrar enfoques y perspectivas reformuladas que
propicien procesos analíticos completos y pertinentes.
A este proceder intelectual la perspectiva
cognitiva de la lectura lo ha denominado como una actitud consciente,
arriesgada y responsable, enfocada en comprender los contenidos de los textos
como la operación mental de la que depende la construcción de aprendizajes
significativos; esto indica que, la lectura crítica se encuentra vinculada con
la elaboración de interpretaciones autónomas en las que el lector como agente
activo deja a un lado los errores y las contradicciones, para adentrarse en la
información de la que espera examinar sus premisas, comprobar sus propósitos y
contenidos subyacentes, como estrategias para ingresar profundamente a sus
cometidos y establecer generalizaciones que den cuenta de su aprendizaje.
Por esta razón, leer en la universidad
sugiere el despliegue y la activación de actividades cognitivas que le permitan
al lector precisar planteamientos, propósitos implícitos y explícitos que por
su relevancia otorgan la posibilidad de apropiarse de la información esencial o
realmente valiosa para comprender las intenciones del autor. Significa
entonces, que la lectura crítica favorece no solo el sometimiento a prueba de
los conocimientos previos, sino su actualización, la detección de sus errores y
las posibles falencias que necesitan ser corregidas, transformadas o, en última
instancia descartadas. Para el aprendizaje significativo, estas operaciones de
la mente coadyuvan en la identificación de contenidos, la reformulación de
esquemas y la estructuración de nuevas unidades potencialmente significativas (Ausubel,
Novak y Hanesian, 2018; Mendieta y Garey-Atiencia,
2019).
Lograr este sentido crítico y la
rigurosidad, indica que el lector universitario debe adoptar una actitud
flexible, acuciosa y disciplinada que le coopere en la construcción de sus
propias opiniones, ideas y significados de forma competente y autónoma, es decir,
lograr por sí mismo el dominio de los contenidos y procesar sus propias ideas,
operaciones que para el aprendizaje significativo, le posibilitan al lector
adquirir, almacenar y andamiar grandes cúmulos de
conocimiento a partir de los cuales trascender su carácter complejo de manera competitiva
(Novak y Gowin, 2018; Morales, 2020b).
Integrar al estudiante en el manejo de su
potencial cognitivo significa para la lectura crítica uno de sus propósitos
fundamentales, que intentan abrir el pensamiento y flexibilizarlo para apoyar
el aprendizaje claro, global y significativo de la variedad de textos con los
que se interactúa en la universidad; para lo cual, es inminente que el lector
como agente comprometido con su formación, opere cognitivamente formulando
afirmaciones, predicciones y preguntas, en una suerte de diálogo profundo que
suscite la realización de tareas importantes como: elaboración de opiniones
personales, ideas globales o resúmenes y articule contenidos conceptuales que
den lugar al aprendizaje y a la construcción de conocimiento. En razón de lo
dicho, acercarse al saber científico de manera significativa, no es más que
utilizar la lectura crítica como proceso cognitivo que motiva el aprendizaje
competente de los modos cómo las comunidades discursivas organizan y producen
la información.
Lo expuesto indica que, la lectura en la
universidad es un proceso permeado por el cuestionamiento constante, por el
cruzar el umbral de la ingenuidad y lograr abrirse paso a la elaboración de una
mirada enriquecida por la integración de ideas, cuyo potencial dé lugar a
formulaciones teóricas pertinentes sobre la realdad. Esto apunta a reconocer
los fundamentos sobre los que se sustenta el conocimiento, como referentes a
partir de los cuales comprender e interpretar en profundidad la realidad desde
diversos ángulos y con el propósito de aportar a las discusiones epistémicas
sobre temas propios de la disciplina; desde el pensamiento científico, la
lectura se constituye en un proceso al servicio de la apropiación profunda de
posicione teóricas, que para ser comprendidas ameritan “distanciarse de los
constructor y ese distanciamiento da lugar al pensar epistémico que favorece a
su vez, operar con rigor, claridad y coherencia científica” (Zemelman, 2005,
p.68).
Para Bruner (2017) la lectura crítica
tiene implicaciones importantes en el proceso de aprendizaje, pues como
actividad mental permite darle forma a las ideas y ampliar los modos de operar
el pensamiento, disponiéndolo para apropiarse de grandes cantidades de contenidos
de los que potencialmente el lector crítico se valdrá para interactuar con el
mundo y participar en la comprensión de lo contradictorio y complejo del
discurso científico. Esta disposición refiere al esfuerzo y a la flexibilidad
del pensamiento para identificar en los corpus teóricos formas de concebir el
saber, de atribuirle sentido e interpretar las diversas posiciones epistémicas
existentes en torno a un tema. Reale (2016) reitera que la lectura en la
universidad involucra competencias críticas y habilidades cognitivas, entre las
que se mencionan: la articulación de ideas, la activación de la interpretación
y la construcción razonada y profunda de conocimiento, a través del cual
sostener diálogos e interacciones con entramados teóricos más complejos.
Zemelman (2005) entiende a este proceder
académico como una actitud intelectual con “el potencial de “romper los
límites, procesar información y reconocer los giros teóricos que van
experimentando los problemas científicos y los avances investigativos, como
condiciones para producir conocimiento, lo cual exige la participación del
pensamiento crítico, como un acto de resistencia al orden” (p.27). Leer en
educación superior puede verse entonces, como el ejercicio del razonamiento
crítico que procura la ruptura de lo teóricamente establecido y conocido, para
trascender a la deducción de respuestas que permitan enfrentar lo que se ha
considerado verdadero, infalible y estable; sin dejar a un lado, que su actitud
irreverente (Freire, 2004) lo induce a proceder de manera escéptica en la
búsqueda de información que le ayude construir acercamientos a la verdad.
Al respecto, Ausubel, Novak y Hanesian (2018) afirman que acercarse al saber científico
implica “una interacción entre los significados nuevos y las idea ya
concebidas; el encuentro entre ambos procesos refiere al aprendizaje
significativo, que orienta al lector a la construcción de generalizaciones y
aproximaciones propias” (p.46). Para la lectura crítica, estas operaciones
favorecen en el lector, la jerarquización de ideas y la organización del
pensamiento, es decir, determinar cuáles afirmaciones gozan de relevancia,
pertinencia y cuáles se asumen subordinadas; pero también, la modificación de
las representaciones mentales hacia planteamientos coherentes, veraces y
lógicos que propicien la elaboración de definiciones y el aprendizaje
conceptual.
En tal sentido, es oportuno mencionar que
el aprendizaje significativo y la lectura crítica se encuentran estrechamente
vinculados, debido a que, la apropiación y la construcción de conceptos, son el
resultado de diálogos profundos en los que el lector establece criterios,
involucra sus experiencias, sus representaciones mentales y sus conocimientos
previos, como insumos que favorecen el desarrollo de operaciones mentales
relacionadas con la generación de hipótesis, la comprobación y el
establecimiento de generalizaciones; estos atributos del aprendizaje
significativo, refieren a habilidades cognitivas implicadas en el proceso de
lectura, que le cooperan al lector en el proceso de formar nuevas ideas,
establecer relaciones y adquirir nueva información, en función de la cual
ingresar a entramados teóricos complejos que requieren “el empleo de sus
conocimientos previos como autentica piedra para internalizar, incorporar,
entender y fijar grandes volúmenes de nuevas ideas, así como hacer más
inteligibles grandes cantidades de significados, conceptos y proposiciones” (Ausubel,
Novak y Hanesian, 2018, p.8).
De este modo, leer en la universidad se
constituye en un proceso complejo, que procura romper con la repetición de
ideas y la reproducción de lo dicho, para integrar al lector en el compromiso
de criticar, reflexionar y modificar sus esquemas mentales, ajustándolos a las
necesidades de un nivel en el que se exige mayores niveles de interacción con
la nueva información, reafirmando las ideas preexistentes o descartándolas, con
el propósito de sustituirlas por planteamientos, por explicaciones e
interpretaciones propias, en las que el pensamiento crítico haya operado como
mediador de formulación posiciones rigurosas, sólidas y coherentes.
En consecuencia, la lectura crítica puede
asumirse en sentido amplio, como un proceso capaz de mejorar el funcionamiento
del pensamiento y las competencias para razonar, deducir conclusiones y
desarrollar operaciones lógicas tanto en la resolución de problemas como en el
esclarecimiento de posiciones ambiguas que, sometidas a la rigurosidad del
análisis crítico propician la identificación de las ideas subyacentes y el
aprendizaje de contenidos de modo autónomo; lo dicho quiere decir, que la
lectura en la universidad se encuentra asociada a esfuerzos cognitivos para
establecer relaciones entre ideas, inferir semejanzas entre posturas
disciplinares y reconciliar las posibles inconsistencias que históricamente han
dificultado la comprensión de ciertas afirmaciones científicas.
Por consiguiente, la lectura crítica trata
de acercar al lector no solo a la deducción de opiniones, sino a la
identificación de cuáles son las más oportunas, válidas y creíbles, en función
de la rigurosidad lógica que las caracteriza. En caso contrario, quien lee de
modo crítico, cuenta con propósitos específicos, entre los que se mencionan,
dilucidar la inconsistencia y escaza fiabilidad de los autores, al precisarse
informaciones incompletas, parcializadas y susceptibles de cuestionamiento.
En Morín (2009) la lectura crítica
representa una práctica fundamental para deducir las leyes que rigen el
funcionamiento de la realidad; esta permite disipar la complejidad, la
confusión y el desorden, y, en su lugar, valiéndose del pensamiento, es capaz
de “tratar, de dialogar, de negociar, con lo real; es la búsqueda en medio de
una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no
dividido, no reduccionista y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de
todo conocimiento” (p.22). De esta manera, interactuar con la información cada
vez más abundante, requiere de operaciones propias del pensamiento complejo que
le cooperen al lector en el proceso de integrar ideas, otorgarle significado a
los planteamientos, dar lugar a la articulación entre propuestas teóricas
disciplinares y enfrentar las contradicciones que permean las supuestas
verdades absolutas.
Sigue Morín (2009) afirmando que sortear
la diversidad de posiciones semejantes, diferentes y complementarias, exige del
lector el despliegue de competencias críticas para apropiarse del conocimiento,
al cual deberá abordar “mediante la selección de datos significativos y el
rechazo de datos no significativos; pero además, de articular posturas,
establecer asociaciones e identificar los principal de lo secundario” (p.28). Sarramona (2017) complementa esta postura al esgrimir que
leer en un mundo cambiante y teñido por la complejidad, exige un giro en los
procesos de aprendizaje, en el que el lector supere “sus esquemas lineales de
causa-efecto, para trascender a constatar cómo una misma causa produce efectos
diversos y un mismo efecto puede ser debido a varias causas” (p.79).
Hacer frente a la complejidad de los
entramados teóricos que emergen cotidianamente y que son de obligatoria
consulta para el lector universitario, demanda flexibilidad de pensamiento para
deducir conexiones y construir algunos elementos conceptuales generales, que
funjan como referentes o, en su defecto, como principios útiles para
“distinguir sin desarticular, asociar sin identificar ni caer en
reduccionismos, pero si en un diálogo abierto, que permita sensibilizarse a las
enormes carencias de nuestro pensamiento” (Morín, 2009, p.34). A partir de
estas afirmaciones, se entiende que la lectura crítica constituye un proceso
potente, que insta al lector a cuestionar aún sus propias producciones de
conocimiento, en una actitud capaz de problematizar lo denso, su trasfondo y lo
que se encuentra tras lo que otros consideran natural y, que para este
constituyen unidades de significado que deberá desentrañar por sus
implicaciones.
Este modo particular de hacer lectura en
la universidad, procura trascender mediante el uso de la reflexión y la
meditación las miradas reduccionistas hasta lograr identificar dogmas,
prejuicios, aceptar las diferencias y resolver la confusión en los discursos,
así como resignificar las posiciones tradicionales que se han erigido como
conocimiento científico; este operar con la información no es más que el
resultado de una actitud crítica y del compromiso intelectual de comprender lo
que se encuentra tras las afirmaciones teóricas y los discursos disciplinarios
que por contar con el respaldo de las comunidades discursivas, se adjudican las
cualidades de veracidad, credibilidad y consistencia epistemológica.
Para la lectura en ciencias sociales,
acercarse al conocimiento desde una posición crítica consiste en desplegar
competencias reflexivas y analíticas, como condiciones necesarias para elaborar
apreciaciones racionalmente pensadas; en otras palabras, la lectura crítica
refiere a un diálogo reflexivo, profundo y transformador, con el potencial de
permitir que afloren generalizaciones y discusiones significativas con el
conocimiento; esto implica, romper con posturas acríticas, pasivas e
indiferentes que solo posibilitan la repetición de ideas y limitan el ingreso
válido al conocimiento (López, 2012). En función de lo anterior, la lectura en
la universidad funge como el sostén de la producción de conocimiento, como la
garantía de la apropiación de los principios epistemológicos que rigen la
ciencia, es un modo de realizar juicios de valor sobre las ideas encubiertas y
de dilucidar la validez de los sistemas teóricos que explican e interpretan la
realidad.
La perspectiva sociocultural aduce al
respecto, que manejarse competitivamente en la abundante y diversa información
que se genera a diario, requiere el manejo de estrategias de lectura
(deducción, inferencia, definición de propósitos) y el despliegue de
habilidades cognitivas en virtud de los cuales resolver problemas teóricos,
diferenciar entre posturas científicas y plantear puntos de encuentro que le
ayuden en el proceso de andamiar, procesar datos y
operar epistémicamente para dar cuenta de las relaciones subyacentes que
sustentan el conocimiento. Esto implica para los procesos de enseñanza,
acompañar al lector para en la identificación de unidades de significado,
posiciones teóricas sugeridas y asociaciones entre elementos aislados que
puestos en relación permiten procesos de aprendizaje significativo (Ausubel,
Novak y Hanesian, 2018).
En otras palabras, la lectura crítica
constituye un modo para reducir las posiciones dogmáticas que permea los
discursos, y que ha generado un divorcio entre las interpretaciones científicas
y la realidad. Esta afirmación deja entrever la necesidad de integrar al lector
universitario al uso de las bondades de la lectura crítica, como proceso que
favorece la reflexión, la autorreflexión y la revisión profunda de las premisas
que sostienen al conocimiento con el que interactúa. En consecuencia, aprender
en la universidad requiere el desarrollo de competencias analíticas y críticas
que orienten al que se forma en los modos como disponer su pensamiento para
reconocer lo verdadero y válido de lo que no lo es; para lo cual deberá
familiarizarse con el manejo de criterios que fundamenten la búsqueda de la
verdad y lo realmente útil para su aprendizaje.
Santelices (2017) coincide en afirmar que,
la lectura crítica procura “la distinción entre ideas relevantes y
proposiciones irrelevantes, entre opiniones sustentadas y meros juicios, así
como examinar cuidadosamente las ideas mediante el contraste y la evaluación
cuidadosa” (p.6). Se entiende entonces, que estas operaciones mentales se
encuentran mediadas por el pensamiento crítico, como un modo de pensamiento que
se apoya en la articulación de razones y en la búsqueda de evidencias que
develen la credibilidad de la información con la que el lector dialoga. Este
sentido acucioso indica no solo la capacidad para desvelar la inconsistencia de
la información, sino lograr confrontar el pensamiento propio, es decir,
enfrentarse a la revisión de las concepciones personales que se tienen sobre el
conocimiento y, que en ocasiones adolecen de certeza y sustento (Freire, 2002b;
Daros, 2009).
Al respecto Daros (2009) manifiesta que
manifiesta la lectura en la universidad insta al lector a manejar la reflexión
y el análisis, como habilidades que permiten ir más allá de lo aparente, es
decir, dilucidar las imprecisiones y la vaguedad que permean el conocimiento científico
y que exigen el despliegue de competencias críticas para problematizar, hurgar
en lo profundo de las afirmaciones y sopesar cuál es su asidero
teórico-conceptual sobre el que se sustenta y que respalda su validez. Por
ende, aprender es un proceso activo asociado con la apertura del pensamiento y
la disposición de la mente para persistir cuidadosamente en el verdadero
sentido y significado de las ideas, de las creencias y del conocimiento
científico, en una actitud consistente cuyo enfoque es la búsqueda de la
verdad, de razonamientos lógicos que permitan la construcción reflexiva de
nuevas ideas.
Es así que, por sus implicaciones
cognitivas y educativas, la lectura crítica debe promoverse como una práctica
situada, comprometida y auténtica, que motive en el estudiante universitario la
permanente interacción con el conocimiento, es decir, que sea capaz de adoptar
a lo largo de la vida sus estrategias y operaciones como parte no solo del
quehacer académico, sino en la resolución de situaciones cotidianas; lo
anterior refiere al uso de la lectura para romper con el modo ingenuo de ver el
mundo y adoptar una percepción crítica, que le permita integrar “parcialidades
aisladas, transformar la realidad y dejar de ser un simple espectador para
convertirse en un agente participativo, reflexivo y comprometido con la
búsqueda del saber” (Freire, 2002a, p.8).
En efecto, puede indicarse que la lectura
crítica representa un modo para reconciliar posiciones teóricas, integrar
perspectivas y deducir valoraciones opuestas y puntos de encuentro, como
actividades mentales que dan lugar a la formulación y comprensión clara de un
problema (Shön, 2017; Morales, 2021b); promover estas
competencias críticas no es más que ayudar al lector universitario a aprender
significativamente así como a desenvolverse reconociendo los límites del
conocimiento científico que deberá trascender para resolver controversias que
le permitan construir aportes relevantes a la comunidad académica a la que se
afilió; la cual espera de este lector el manejo de los referentes del
conocimiento acumulado para explicitar, clarificar y elaborar argumentos
consistentes que den cuenta de las relaciones que se dan en la realidad
(Morales, 2020a).
Al respecto, la teoría crítica de la
educación plantea que, los efectos de la globalización además de generar
información abundante y de diversa índole, ha propiciado la emergencia de
posiciones contrapuestas y complejas frente a las cuales, el sistema de
educación universitaria por sus exigencias formativas ha precisado el
acercamiento interdisciplinario al conocimiento científico como una alternativa
para sortear la manipulación, el pensamiento único, la imposición de posturas
y, en consecuencia, reducir los riesgos de apropiarse de ideas falaces. Esta
mirada interdisciplinaria sobre los fenómenos y el saber, refiere a la lectura
crítica como el proceso intelectual que favorece la ruptura con las
perspectivas reduccionistas y, en su lugar, enfrentar la complejidad desde una
actitud analítica capaz de “integrar posiciones en torno a un problema,
elaborar síntesis y resolver problemas por vía interdisciplinar” (Sarramona, 2017, p.78).
En síntesis, la lectura crítica es un
proceso con profundas implicaciones en la apropiación significativa de ideas,
en la valoración analítica de los propósitos que subyacen en los textos
científicos y en la búsqueda de las razones, premisas, los pro y contras de las
explicaciones ofrecidas por la ciencia sobre los fenómenos sociales; este modo
de leer desde el aprendizaje significativo, le permite al lector desarrollar
diálogos hondos y la autonomía para hacer del acercamiento al conocimiento, un
acto comprensivo en el que se dé por sentada la relación entre posiciones
aparentemente disímiles y la integración de ideas, como operaciones que le
cooperan con la construcción de su propia voz, de posiciones sólidas y de
pronunciamientos responsables e independientes que den cuenta de un aprendizaje
efectivo.
Conclusiones
La educación universitaria como un proceso
decisivo en la formación para la vida y el desempeño competente, ha enfatizado
sus esfuerzos en promover y desarrollar habilidades críticas, reflexivas y
analíticas que le permitan al participante de este nivel pensar de manera
autónoma, independiente y responsable frente a los desafíos que impone el
aprendizaje de conocimientos diversos y complejos. Hacer frente a este
compromiso exige entonces, el acercamiento significativo a las tramas teóricas
y conceptuales que las comunidades científicas han construido para dar cuenta de
los avances y aportaciones que han cimentado el avance de la ciencia y, que
demandan una comprensión acuciosa capaz de relacionar ideas y posturas que
junto a los conocimientos previos hagan más inteligible el discurso.
Por tanto, la lectura crítica como proceso
cognitivo y social se erige como una alternativa con el potencial operativo de
ingresar a las ideas complejas, a los problemas epistemológicos, a los
desencuentros científicos y a la multiplicidad de fuentes de información,
condiciones ante las cuales es posible responder mediante la formación de
competencias críticas como: el juicio reflexivo, el cuestionamiento de ideas y
posturas, la búsqueda de diversos modos de justificar una afirmación y deducir
justificaciones con sentido lógico, como operaciones que le permitan al lector
ejercer con autonomía la construcción significativa de interpretaciones
propias, sustentadas en premisas y criterios de validez y credibilidad. Esto
demanda el esfuerzo intelectual del lector, quien deberá establecer asociaciones
involucrando ideas previamente aprendidas en función de las cuales fijar
posición reflexiva.
Promover este modo de hacer lectura, exige
tanto del estudiante como del docente, elevados niveles de compromiso
intelectual y cognitivo, para dialogar de manera profunda con el conocimiento,
con los fundamentos que lo soportan y que le aportan solidez, por responder a
operaciones sustentadas en la reflexión y en el uso de la criticidad. En tal
sentido, la lectura crítica como proceso inherente al aprendizaje, debe
integrarse como práctica sistemática y recurrente de la que depende que el
lector logre consolidar la educación de su pensamiento, el análisis cuidadoso y
riguroso de posturas científicas y la formulación de nuevas miradas teóricas
que integradas al conocimiento acumulado, posibiliten acercamientos razonados
al funcionamiento del mundo y del saber que circula en las disciplinas.
Frente a este cúmulo de exigencias
académicas, es fundamental la integración de experiencias de lectura crítica,
mediante las cuales generar la ruptura de los esquemas lineales de pensamiento
y las certezas científicas; esto indica que, aprender implica leer desde una
actitud acuciosa, capaz de encarar los contenidos desde una actitud
interpretativa y reflexiva, en función de la cual dar cuenta de su comprensión
del mundo, del conocimiento e información propia de su campo disciplinar. Este
sentido, la lectura crítica se debe entender como una aliada del lector
universitario, que le orienta en el proceso de definir el sentido de los
aprendizajes, la exploración de alternativas teóricas y resolver los retos de
inferir nuevas relaciones, a partir de las cuales responder a la tarea
intelectual de construir interpretaciones renovadas.
En suma, la lectura crítica para el
aprendizaje y la formación universitaria, representa el proceso intelectual que
por las habilidades y competencias implicadas, hace posible la generación de
actitudes críticas encargadas no solo de la búsqueda de la verdad y tratamiento
de la información, sino del afloramiento de comportamientos independientes y
responsables, que le permitan al lector de este nivel enfrentar
competitivamente la comprensión de los problemas, la valoración de alternativas
el abordaje de la complejidad en la que se encuentra inmerso el conocimiento
científico. De allí que pensar en modo crítico se entienda en la actualidad
como un modo de pensamiento inherente a la comprensión, evaluación, objeción y
resignificación del saber; esto se refiere a la formación para el ejercicio
pleno de la ciudadanía, en el que el sujeto como agente activo se portador de
voz propia fundada en criterios sólidos, lógicos y coherentes.
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Jesús Alfredo Morales Carrero
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